Hace unas semanas trasteando entre libros encontré un papel con una fórmula y un nombre, sockerkringla. Mentiría si digo que recordaba qué era. Tuve que hacer memoria de cuándo había leído eso para entender qué era y recordé a un sueco y una farra de hace años en la que me habló de un bollo parecido a nuestro briox pero algo distinto -cada uno entre copas habla de lo que quiere, oye-. Me tocó mirar en google y tampoco es que entendiera mucho más, así que opté por lo que suelo hacer cuando no encuentro más respuestas: Preguntar a la gente que conozco.
Gracias a varios amigos en facebook y a
Yoya pude saber que efectivamente es un bollito que se come a la tarde antes de que te sirvan un pedazo de tarta cuando te invitan a merendar. La sola idea de que sea algo pensado para un momento tan concreto aun me emocionó más. Así que decidí que esto había que probarlo.
La receta que os traigo no exactamente la que tenía escrita -entre otras cosas hablaba de 25 gramos de levadura, ya me costará a mi usar esa cantidad- y un par de medidas más que no me acababan de cuadrar, además -pese que en las fórmulas que he buscado para contrastar si esto era una locura no aparecía- he sumado un poco de vainilla. Ya que la cobertura llevaba azúcar vainillado no me ha parecido un sacrilegio mayúsculo, pero no soy sueca, así que mis disculpas si acabo de condenar mis huesos al infierno pastelil.
De hecho me gustaría remarcar esto último, no soy sueca, hasta hoy no había probado un sockerkringla en mi vida. No me atrevería a decir que esto es lo que tiene que ser; como he dicho he mirado en blogs varios por ver si me iba mucho de madre, no parece, pero who knows.
Para los miedosos, la masa es fácil de manejar y la forma pese a que pueda parecer espectacular es elemental. He hecho un par de fotos en el durante para que podáis ver cómo llegar a ello. Ya veréis que no tiene mucho secreto.
Son esponjosos, no excesivamente azucarados ni excesivamente mantequillosos. Una vez horneados se pintan con ambos ingredientes. Es decir, si no los pintáis tendréis algo bastante distinto de sabor y perfecto para rellenar con algo salado. Son muy blanditos, mullidos y poco airosos. No se amasan hasta desarrollar el gluten una barbaridad como podríamos hacer con un briox, así que por una parte son menos laboriosos y por la otra tienen un mordisco más sustancioso. Y aguantan bien el tiempo, al día siguiente siguen estando tiernas -obviamente no están igual igual que cuando las sacas del horno-.A mi me han parecido una exquisitez. Posiblemente vuelva con más recetas primas hermanas. La de las kringlor –corona en sueco- es una familia en la que caben cosas fantásticas y exuberantes, que juega con los rellenos y con la combinación de ingredientes muy distintos entre si. Me va a ser imposible dejarlo en solo lo que traigo hoy.
Así que ahí va.
Ingredientes.
– 125 gr de mantequilla sin sal
– 200 ml de leche
– 12 gr de levadura
– 35 gr de azúcar
– 1 huevo L
– 450 gr harina de panadero
– 1/2 teaspoon de sal
– 50 gr de mantequilla
– 30 gr de azúcar
– 1 cucharada de azúcar vainillado
Si recordáis la receta de los semlor seguiremos un orden parecido.
En un cazo deshacemos los 125 gramos de mantequilla, retiramos del fuego y sumamos la leche. Dejamos reposar hasta que su temperatura baje a unos 30-37 grados. Se trata de tener un líquido suficientemete templado como para activar la levadura y suficientemente fresco como para no matarla.
Una vez lleguemos a la temperatura necesaria deshacemos la levadura, removemos y añadimos el azúcar. Volvemos a remover hasta asegurarnos de que el azúcar esté completamente licuado.
En un cuenco cascamos el huevo (que estará a temperatura ambiente) y lo semibatimos. Después lo sumaremos a nuestra mezcla junto con la vainilla y vuelta a revolver. Ya veis que ciencia poca.
En dos o tres tandas añadimos la harina y por último la sal. Mezclamos sin mucho preocuparnos por amasar hasta que esté todo bastante integrado. Notaréis que es bastate graso. Es normal.
Una vez bien mezclado retiramos del bol y amasamos. Con calma. No hará falta trabajarlo hasta que supere la prueba de la membrana, necesitamos que sea solo algo suave y liso. Si habéis trabajado las masas grasas como solemos hacerlo por aquí os parecerá un poco deseperante el que la mantequilla esté puesta desde el principio, no oa preocupéis. Si os cansáis se cubre con un trapo unos minutos, damos un paseo por la casa y vuelta a ello. Cuando tengáis una bola homogénea, lisa, brillante y con cierto cuerpo la devolveremos al cuenco, cubriremos con un trapo y dejaremos levar alrededor de una hora. Como siempre digo, yo la meto en el horno apagado, y así me aseguro una temperatura regular y al margen de corrientes. Esta, además, como quiero que permanezca bien hidratada, la he acompañado de un cuenco con agua caliente en el suelo del horno.
Pasada esa hora la sacamos del bol. El tiempo es alternativo, debéis verla crecidita y viva, cuando la notéis hinchada sin llegar a estar excesivamente tensa es el momento. Desgasamos mínimamente, pesamos y decidimos qué hacer con ella.
La sockerkringla es algo así como la versión sueca del bretzel alemán. Es por ello que muchas veces su forma es parecida a la del bretzel. Yo en cambio he optado por dos formas, una gran trenza y seis bollitos anudados. Los bollos pesaban alrededor de 100 gramos cada uno, la trenza el resto.
Paso a explicaros cómo formar los bollitos. Veréis que es mucho más sencillo de lo que pueda parecer.
Con la pieza sobre la mesa la rodamos alejándola de nosotros y posando las manos encima. Al rotarla nuestra manos harán de rodillo y la irán estirando. Repetiremos el gesto hasta conseguir un cordón de unos 60-70 centímetros. No es una masa excesivamente elástica así que id controlando que no llega al punto de romperse. Quizás el primero os cueste de intuir, pero en el segundo ya ves por dónde va a ir.
Doblaremos nuestro cordón por la mitad (1) y lo enroscaremos como una trenza de dos cabos (2). Una vez trenzado lo iremos enrollando sobre si mismo (3 y 4). Finalmente lo colocamos sobre el papel de horno y escondemos el cabo exterior para que cuando leve no se os desmonte el asunto (5). Sencillo, rápido y resultón. Vigilad a dejar bien de espacio entre ellos porque crecen. Pensad también que yo he hecho bollos de 100 gramos, pensando en comer 1 entre dos personas. Si los queréis más pequeños no tenéis más que hacer piezas más pequeñas.
¿Pero qué pasa si queremos hacer algo grande, que podamos llevar a algún sitio de merienda y luzcamos palmito con una sola pieza más espectacular? Pues que basta con que las formemos distinta. Se me ocurre hacerlo como una corona tradicional sueca, pero como ando pensando en otra receta de ese estilo mejor nos limitamos a hacer una trenza. Así de sencillo, como si nos peináramos a uno mismo.
Separamos tres pedazos, los estiramos en cordones del largo que deseemos y trenzamos. Recordad a sellar y esconder ambos cabos para que al crecer no se deforme. En mi caso lo hice con un poco menos del peso de tres bollito y queriendo que fuera larga, es decir, es una trenza más bien flaca. Si os gusta de sección mayor deberéis hacer tiras más anchas.
Así que con todos nuestros bollos ya formados y ordenados los cubriremos con un trapo y dejaremos levar media hora más. De nuevo en templado.
Pasado este rato encendemos el horno y calentamos a 200 grados. En unos 10-15 minutos la primera remesa ya estará a punto de caramelo, así que tal cual, sin pintar de ninguna forma las metemos al horno alrededor de 10 minutos. Recaldo el “alrededor”. Si vuestras piezas son pequeñas necesitarán menos tiempo, si por el contrario habéis decidido hacer una sola pieza enorme necesitará más tiempo de cocción.
Mientras dejamos nuestros sockerkringlor horneándose, en un cazo deshacemos los 50 gramos de mantequilla. En un cuenco mezclaremos el azúcar con el azúcar vainillado. Y esperamos a que las piezas empiecen a dorarse. Cuando alcancen el punto de dorado que prefiramos las sacamos del horno y aun calientes las barnizamos con mantequilla líquida, antes de que la mantequilla se seque espolvoreamos con el azúcar y los trasladamos a una rejilla para que se enfríen.
Pero si habéis visto las fotos notaréis que alguno tiene trampa. Pese a que en mi receta pone bien claramente azúcar he pensado que por qué no echar mano de la canela. Así que a la trenza además le he sumado canela y a uno de los bollitos prácticamete no le he puesto azúcar por encima pero sí canela. Las tres combinaciones me han parecido exquisitas. A mi me ha gustado más la trenza de canela y azúcar, pero a mi alrededor no todo el mundo ha opinado lo mismo. Al final el gusto manda, así que qué carai, ¡ponedle lo que os abra más el apetito!
Os recomiendo probar suerte con esta receta. No porque la haya subido yo, que hombre, sí, algo hace a su perfección existencial, sino porque son muy blanditos y en cambio tienen una miga bastante densa. Es una combinación que me ha parecido fantástica. Y saben muy bien. No hago más que pensar que a la próxima no les tengo que poner nada por encima y hay que catarlos con jamón dulce y queso, con chorizo, con atún y lechuga, con queso de cabra y cebolla… Que tengo que probar a meter pistachos a una masa así, nutella, avellana, crema (crema, en serio, crema, trenzado con crema, lo que tiene que ser eso). Es un pan dulce, consistente y mantecoso, pero un pan. O un bollo. Las posibilidades son infinitas y en cambio, pese a ser un primo del briox que hemos comido mil veces tiene una consistencia distinta. Probadlo y me contáis =)